viernes, 20 de marzo de 2009

Amistad (bonita palabra)

Hoy le leído en un blog sobre “Mi vida con niños” por qué se tienen hijos y un debate entre la autora del blog y los asiduos acerca de cuál es la mejor razón. Las madres: peleándonos, como siempre y sin aceptar que cada una tenemos nuestras razones, nuestras formas … y que todo va bien y que no somos ni mejores, ni peores.
Pues bien, además de reírme mucho con las ocurrencias de los niños de la autora y de cómo ésta lo cuenta, me he cabreado por el hecho de que una mujer (no se si madre o no, en este caso no da igual) le criticaba a la autora que quisiera tener hijos pero luego busque y le sepan a gloria bendita los momentos sin ellos, a solas, con su pareja, con amigos o con otras mujeres.

Esto me ha hecho pensar en mi grupo de amigas. Muchas veces, las más, nos juntamos a las nueve y media de la noche, en casa de alguna que “no tenga bicho”, es decir, que su pareja y padre de sus hijos, haya salido o esté en viaje de trabajo y no pernocte en el domicilio familiar. Pues bien, he vivido muchas noches de planes con absoluta desgana, con un cansancio infinito, con más de treinta cosas que hacer de mucha importancia antes de irme a la cama y sin embargo…. He cogido el coche, he conducido cuando muchos conciudadanos, los que tienen menos suerte, regresan a casa tarde, de sus trabajos para poder disfrutar un poco de la vida familiar antes de caer rendidos en algún lugar de la casa, que muchas veces no es la cama, y antes de que amanezca.

Perdonadme el paréntesis, pero esto siempre me ha llamado la atención. Cuando estoy en casa y son las nueve de la noche y mis hijos (Paula y Manuel) ya duermen, me asomo a la ventana (tengo unas estupendas vistas a la M-30, como dice Andrés- mi chico) y como me parecen ya horas intempestivas –ya ves tú- pues me compadezco de toda esa gente que todavía a esas horas no ha llegado a casa y comienzo a dejar volar mi imaginación y pienso que a lo mejor tienen familia y amigos que están disfrutando de momentos relajantes y entrañables y les imagino entonces ansiosos por llegar y hartos de tráfico... Aunque también sé de padres y madres que se esperan en la escalera cuando salen antes de trabajar hasta que los niños estén dormidos para llegar a casa y no verles el pelo.

Pues como decía antes, que tras un esfuerzo sobrehumano llego a casa de alguna de mis amigas –Bea, Cristina y Eva- (también coautoras en este blog), a veces incluso de mal humor, como si ellas tuvieran la culpa de mi cansancio…. (cómo somos las neuróticas…) y después de un rato de charlas, confidencias, lágrimas…, acabar muertas de risa a la una de la madrugada, con las lentillas pegadas a los ojos y con el rimel, no corrido, sino restregado, muertas de cansancio, hablando pues de …. niños, maridos, suegras, suegros, padres, hermanos, de algún compañero/a de trabajo que no se merece ese nombre, de jefes/as y subjefes/as que conocen menos de la educación que del Estatuto de los Trabajadores, del mundo, de literatura, de cocina, de sexo, sí de sexo, que es cuando más risa nos da… Y acabamos tronchándonos, con agujetas en la tripa, prometiéndonos que nunca más vamos a tener pereza de quedar a esas horas, ni a otras, porque luego nos los pasamos genial y que no seríamos nunca felices, ni las mismas sin esos ratos de mesa y de sofá, sabedoras del deber cumplido mejor o peor.

Bueno, ya matizaré más cosas sobre estas reuniones en las que nos han pasado muchas cosas que me gustaría recordar aquí escribiéndolas y para compartir con quien tenga ganas de leer esto y aportar sus propias vivencias.

Voy a cometer un error, que es soltar una moraleja, pero bueno… acepto mi responsabilidad: Conservad vuestra amistad, sobre todo cuando seáis madres, porque es de lo mejor del mundo. Yo tengo tres amigas muy cercanas –otros y otras están algo más lejos físicamente y es más difícil este tipo de contactos- y afirmo que son para mí, cada una de una forma y con un estilo diferente, una fuente de vida. Lo mejor de todo es que siempre hemos estado juntas, nos alegramos con nuestras alegrías que han sido muchas, y nos ayudamos y apoyamos en los momentos difíciles o tristes, que también ha habido bastantes. También nos hemos fallado entre nosotras, no vayáis a pensar que todo es perfecto, qué va, pero puedo decir que hasta ahora eso nos ha hecho crecer más. Las quiero infinito. Por existir, por ser ellas por encima de todo, cada una con sus circunstancias, pero sobre todo porque me aportan ese “valor añadido” a mi vida. En una palabra me facilitan la vida y me la hacen mucho mejor porque son bellas, por dentro y por fuera.

Esther







1 comentario:

  1. ¡Gracias Esther! se me ha puesto la piel de gallina. Acuérdate que cuando nosotras contamos lo de nuestras reuniones mucha gente nos dice "¿A esas horas?, ¿con ese frío?" , por ejemplo. Y contestan "Yo no iría, ni de coña". Y nosotras volvemos renovadas, con la risa en el cuerpo y contentas de no haber hecho pereza. Nos merece la pena siempre. Como le digo a Mario : "Te quiero hasta el infinito y más allá". Pues eso, formais parte de mi vida, estoy orgullosa de ello. Y lo celebro.

    Cristina

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